El making off (2)

Si hubiera sabido lo que me iba a costar terminarlo no habría empezado.  Es más, creo que el borrador que estaba en el fondo de un último cajón habría terminado en la hoguera de San Juan.

Se ha echo muy duro pasar por el texto, después de dos correcciones, y ver que aún tenía más agujeros que un rallador de queso.  Los obsesivos perfeccionistas lo tenemos muy mal en ese sentido.


También está siendo una cura de humildad muy grande.  He descubierto que no soy tan ingenioso como creía. Es más, el 95% del tiempo que paso despierto no lo soy en absoluto. Escribir cuando tienes una chispa es muy fácil.  Lo complicado es saber que un párrafo no refleja la idea que tienes en la cabeza, pero no encuentras forma de mejorar lo que hay escrito, que está a mucha distancia de esas líneas que sí quedaron como uno esperaba. El bloqueo ha llegado a durar semanas en las que he pasado cien veces por encima de unas cuantas páginas sin encontrarles mejora, pero sabiendo que la necesitan.

Cuando estoy atascado la prodigiosa voz de Barish Faratli ayuda bastante a que las palabras vuelvan a fluír, a transpirar, ya lo dice en los dos primeros versos de Temple.

If you look soft enough, the words will transpire.

Una cosa hice bien, no marcarme plazos demasiado estrictos, habría terminado desquiciado. Me falta repasar unas 70 páginas del tercer borrador y entonces empezaré el picado definitivo, con todas las las anotaciones y las sugerencias que me han pasado los sufridos amigos que se han prestado a leerlo y formular una opinión. Antes de que caigan las primeras hojas del otoño estará en nuestras manos. Espero...

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