Los portugueses son gente muy agradable, pero el narrador no coincide con nosotros. De vez e cuando se le escapan algunos ramalazos de lusofobia. Nuestros vecinos le sabrán perdonar, aunque no pensamos que les importe demasiado. Ni al prota.
Los portugueses son gente muy agradable, pero el narrador no coincide con nosotros. De vez e cuando se le escapan algunos ramalazos de lusofobia. Nuestros vecinos le sabrán perdonar, aunque no pensamos que les importe demasiado. Ni al prota.
Escribí el primer párrafo de Un documental de cebras en enero de 2008. A lo largo de ese mes terminé de contar la anécdota que dio origen a la novela (Si alguien no leyó la entrada, puede hacerlo desde aquí). Estaba bien para un libro de relatos cortos, pero tenía el problema que un libro de relatos requiere de varios de ellos. Como todo lo que se me iba ocurriendo estaba relacionado con el primero, me dediqué a compilar notas y más notas con ideas, anécdotas de bar que me apropié, avisando a quien me la contara de que la iba a fusilar en una novela.