Fragmentos del documental (4)

Las drogas son muy recurrentes, en el documental. Se usan, se abusa de ellas y se comercia de varias formas. En el fondo, son el apoyo para la reflexión sobre dónde están nuestros límites y como los estiramos hacia un lado u otro según nos conviene, para autojustificarnos. A pesar de que se describen muchas experiencias placenteras, como la del fragmento de hoy, el mensaje es el mismo; muchísimo cuidado con ellas porque la frontera entre Finlandia y Rusia está muy difusa, en invierno.



Y así fue, y sucedió que la domadora se convirtió en fiera y la otra fiera se encogió, acurrucándose sobre sus ansias, ante el furor que se había desatado en el interior de su ama y señora. Antes de dejarla desenfrenarse del todo, la sujeté por los hombros y le miré a los ojos, detrás de los ojos y vi el mismo éxtasis que había sentido yo la noche anterior y noté su felicidad y al poco su felicidad empezó a brotar por los poros de su piel, como la niebla que al amanecer emana de los bosques húmedos, aunque esta era de colores anaranjados y olía como debe oler el Paraíso, porque el Paraíso debe oler a algo y debe ser muy parecido a lo que olía ella esa noche.

Si antes de esa noche bromeábamos con hacer el Love Tour, dejamos de hacerlo porque nos dimos cuenta de que lo que nosotros habíamos considerado un espectáculo de primer nivel no era más que una representación de Navidad de primaria, al lado de lo que llegamos a sentir en las horas posteriores a la cena, una función en la que yo era un árbol y ella una flor que, por lo menos, tenía una frase, porque yo sólo agitaba los brazos cuando se suponía que hacía viento.


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