El alcohol y el tiempo libre son una peligrosa combinación. En esta ocasión se les ocurre hacer un experimento de química a lo grande. El resultado del mismo está reservado al conocimiento de los que lean el texto final, pero el planteamiento queda expuesto a continuación.
Miramos mal los horarios y llegamos media hora antes de que empezara. Los martinis empezaron a causarnos cortocircuitos en esa cabeciña que nunca para y se nos ocurrió una idea que, al principio, pareció genial. Nos metimos en un supermercado y compramos dos botes de 5kgs. de detergente en polvo. He hablado con el fabricante al respecto de la anécdota, pero declina aportar dinero en concepto de promoción, así que obviaré la marca.
Con relativo disimulo, volcamos el contenido en la fuente, uno a cada lado. Además del jabón, de la nevera del súper nos llevamos unas latas de cerveza y con una de ellas en una mano y con un cigarrito de la risa en la otra, nos dispusimos a contemplar el espectáculo, sentados a una distancia prudente. Durante los dos primeros minutos, más o menos, no sucedió nada más que chorros de agua arriba y abajo y luces de colores cambiantes con la música; la performance acuático-visual-auditiva que había diseñado Carles Buïgas.
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